La prensa le había dado muy mala fama a Leo Valente, y no sin razón, pero Dara Devlin era una mujer luchadora y no se iba a dejar desanimar tan fácilmente. Necesitaba el castillo familiar que pertenecía a Leo para organizar la boda de una importante clienta, así que, a cambio, había tenido que aceptar ser su novia por una noche.
Si Dara había pensado que su sensatez y su profesionalidad iban a disuadirlo, estaba muy equivocada. ¡Solo habían hecho que Leo la desease todavía más!
Rodeado por los imponentes muros y los terribles recuerdos de su impresionante castillo siciliano, Leo se dio cuenta de que seducir a Dara era la diversión perfecta y que quería que esta se convirtiera en su última conquista.