Anna se despertó en el hospital, confusa. Descubrió que era madre de un recién nacido... y esposa de un desconocido de gélida mirada. Pocas horas después de contemplar a Ishaq Ahmadi en Londres, se encontró en su casa del desierto, la cual le resultaba misteriosamente familiar y a la vez desconocida.
En el palacio residencial no había prueba alguna de un matrimonio feliz. No había fotografías. Ni ropa adecuada para una figura esbelta como la de Anna. Tampoco había confianza, como evidenciaban las interminables preguntas de Ishaq. Lo único que había era la relación primitiva y pasional que mantenían ellos... y, por supuesto, el bebé.
Anna pronto descubrió que no debía creer nada acerca de su matrimonio...