El destartalado parque en que Manuela, Paquita y Rosita jugaban antes es ahora, gracias a los muchos esfuerzos de las tres niñas, un lugar en el que apenas se manchan de barro ellas ni se humedece irremediablemente su calzado; las humildes alpargatas que cubren sus pies, desde ayer, momento en que terminaron de cubrir todo el suelo de cantos rodados bien colocados unos junto a otros, han permanecido incólumes.