Gisbert Haefs logra construir en este relato una relación de complicidad con el lector, al crear una historia paralela apegada a una conocida leyenda: los dones de los tres reyes. El lector deducirá con sus conocimientos generales aquellos nombres y hechos que el autor omite al centrar la historia en su protagonista Daniel y el destino de aquellos objetos.