A mala sangre es una novela negra alejada de clichés, heterodoxa. No surge de una mente inventora de personajes y circunstancias; se hila la historia a partir de documentos policiales y judiciales recibidos por el autor: un crimen no resuelto en el olvido de carpetas polvorientas. Un asesinato ocurrido en 1943 y un expediente que se cierra sospechosamente. Juego, alcohol, morfina, anfetaminas, prostitución, espionaje… Décadas después, un periodista y un novelista entrevistan en España, Argentina y Cuba a supervivientes de una época de gran turbulencia en el mundo. Gracias a ellos los investigadores –y el lector– van a saber de la Guerra Civil de España y de la Segunda Guerra Mundial vividas desde Argentina. Aquellos testigos desvelan el entramado nazi en la república austral, el poder del III Reich en ella, su empeño por conseguir los materiales estratégicos de la Patagonia a cualquier precio. Entre todos reconstruyen la vida del emigrante Alfredo Mosquera, contemporáneo suyo, tipo violento pero con toques de humanidad y ternura. Deudas de juego le habían hecho huir de España. En el gran sumidero de Buenos Aires, sus servicios para una «casa de tolerancia» lo llevan al negocio de los abortos secretos. Denunciado y condenado, la pena se le acorta a cambio de «perderse en el Sur». Y allá se pierde: en Comodoro Rivadavia, donde el petróleo mueve «mucha plata y mucho vicio». El protagonista de la historia mantiene una doble vida: el póker y las mujeres, que lo motivan a vivir, necesitan de un dinero que le proporciona la conexión nazi. Pero «la codicia rompe el saco» y al gayego traficante su avidez le va a salir muy cara...